top of page

El dogmatismo científico

Foto del escritor: Daniel CastilloDaniel Castillo

Actualizado: 15 sept 2023

Podríamos catalogar a nuestro tiempo como la edad de la información. Cada día un ser humano actual consume en promedio el equivalente de información al que una persona durante el siglo XV estaría expuesta durante toda su vida. Desde muchas perspectivas esto es algo maravilloso. Por ejemplo, se ha democratizado el conocimiento y ahora cualquier persona puede acceder a este desde su teléfono inteligente. Sin embargo, tanta abundancia de ideas y contenidos contradictorios hace difícil discernir lo que es real o verdadero de lo que no y aquí la ciencia ha jugado un papel complicado. Como un ejemplo, en el ámbito de la nutrición es común encontrar enfrentamientos viscerales entre grupos diametralmente opuestos que claman tener la verdad absoluta y cuyas ideas están soportadas por “pruebas científicas irrefutables”. Esto me hace pensar en las guerras del pasado entre estados europeos en las que ambos bandos le rezaban al mismo Dios para que les ayudara a vencer al enemigo. De hecho, esta analogía es mucho más profunda de lo que parece a simple vista. Mi idea con este artículo es demostrar que, aunque la ciencia es una excelente herramienta para acercarnos a la verdad, es también una actividad inherentemente humana con defectos, sesgos y problemas que deben tenerse en cuenta al momento de analizar la validez de sus afirmaciones y que, por lo tanto, utilizarla como la base incuestionable de un conjunto de ideas dogmáticas no solo representa una total contradicción del método científico y una gran barrera para expandir los límites del conocimiento sino también una fuente de radicalización, polarización y desinformación.


Por un lado, podemos definir la ciencia como una rama del saber que abarca el conjunto de conocimientos objetivos y verificables del mundo natural o físico obtenidos a través de la observación y la experimentación, el establecimiento de hipótesis y su verificación a través de más observaciones y experimentos. Este procedimiento se conoce como el método científico y es lo que diferencia a la ciencia de otras disciplinas humanas. Uno de sus supuestos básicos es que ninguna hipótesis puede ser aceptada como absolutamente verdadera. En este sentido, experimentos u observaciones que la respalden simplemente están ratificando su validez como un modelo plausible de la realidad. Por el contrario, una observación negativa contundente es suficiente para descartar una hipótesis y tener que buscar una mejor teoría. Evidentemente, la cautela y el estudio de distintas posturas e interpretaciones es una parte esencial al momento de revisar datos experimentales y validar una hipótesis.


Por otro lado, y creo que a muchas personas se les olvida esto, la ciencia es una actividad inherentemente humana. Como tal, es susceptible a distorsiones ocasionadas por intereses personales, políticos, económicos y sociales lo cual hace que cualquier afirmación que provenga de la ciencia se deba tomar con cautela y no pensar que es una verdad absoluta e irrefutable. Debemos empezar por recordar que la ciencia es una actividad costosa y que no trae recompensas inmediatas. Esto implica que tiene que haber una financiación y, por lo tanto, de manera consciente o inconsciente, una presión por obtener ciertos resultados alineados con la agenda del financiador, bien sea este el estado, la industria privada o una persona adinerada. En segundo lugar, la ciencia ocurre en laboratorios e instituciones operados por seres humanos, con sesgos, intereses e imperfecciones. La selección de un diseño experimental y la toma de datos implica decisiones subjetivas y para el experimentador es muy difícil (si no imposible) distanciarse de los resultados esperados, incluso aunque tenga buenas intenciones. Tercero, aunque la ciencia utiliza al lenguaje objetivo de las matemáticas para analizar sus resultados, la elección de los métodos de análisis y su interpretación es altamente subjetiva. Si bien la estadística arroja una probabilidad objetiva de que la hipótesis sea falsa dados los resultados obtenidos, la decisión de si ese número representa un valor significativo termina siendo en mayor medida subjetiva y altamente determinada por la calidad de la toma de datos, el diseño experimental y la veracidad de las suposiciones de los modelos y distribuciones utilizados.


Es cierto que la ciencia tiene mecanismos para contrarrestar estos problemas como la declaración de conflicto de interés, el proceso de revisión de pares, el método doble ciego y la verificación independiente de resultados en otros laboratorios. No obstante, dada la cantidad tan grande de artículos científicos publicados y la inevitable diversidad en su calidad, es claro que una porción significativa va a tener algunos de los defectos mencionados. Además, no podemos olvidar que incluso a nivel institucional o social se pueden generar paradigmas y sesgos generalizados y difíciles de identificar que pueden llevar toda una disciplina hacia un modelo erróneo de la realidad. En estos casos la revisión de pares no es útil ya que la mayoría de los revisores coinciden con la misma idea y los pocos que se atreven a cuestionarla son relegados al ostracismo y al ridículo público.


Mi intención no es fomentar el relativismo e invalidar todas las afirmaciones científicas. Es evidente que la ciencia nos ha llevado a un nivel de desarrollo y civilización nunca antes visto y que, a pesar de los defectos mencionados, es una herramienta supremamente poderosa y útil. Basta con mirar el desarrollo en la física de los semiconductores y el consecuente auge de la computación, el nivel tan exacto de predicción teórica sobre las propiedades fundamentales de las partículas subatómicas o el entendimiento del funcionamiento de la célula, el ADN y la evolución, por mencionar solo algunos ejemplos. Sin embargo, existen algunas áreas de la ciencia particularmente susceptibles a las distorsiones mencionadas anteriormente debido a su naturaleza compleja y a su conexión directa con el ser humano. Un ejemplo claro de esto, y en el que me voy a enfocar en este texto como caso de estudio, es el de la nutrición humana, aunque otros ejemplos pueden ser el cambio climático u otras áreas de la medicina.


El cuerpo humano es un sistema increíblemente complejo, donde una cantidad astronómica de moléculas interactúan de múltiples maneras para generar varios fenómenos emergentes imposibles de estudiar únicamente a nivel molecular dadas nuestras limitadas capacidades teóricas y computacionales. Por esta razón, surgieron disciplinas como la psicología, la medicina o la nutrición, que buscan a distintos niveles entender al ser humano en su complejidad. La compartimentalización y simplificación que generaron estas ramas probó ser muy útil durante muchos años, pero el riesgo de incurrir en una simplificación excesiva y perder la perspectiva del ser humano como un todo cuyas partes interactúan es muy alto. Aunque es muy tentador buscar explicaciones sencillas para problemas complejos, las relaciones causa-efecto en la fisiología humana son difíciles de establecer y muchas veces un fenómeno obedece a múltiples causas interrelacionadas. Además, el ser humano es diverso y complejo y un cambio en un parámetro puede implicar consecuencias inesperadas y variadas entre individuos así que las conclusiones científicas deben ser entendidas en el contexto de la estadística como promedios y no como recomendaciones específicas.


En particular, la nutrición humana es un campo donde encontrar estudios científicos concluyentes y de calidad es realmente difícil. Para entender por qué, es importante definir lo que es un experimento controlado, aleatorizado y doble ciego; el método por excelencia para comprobar una hipótesis científica. Controlado significa que a una porción de los sujetos del estudio no se les administra el tratamiento para poder comparar sus resultados con aquellos que sí lo reciben. Aleatorizado significa que la asignación de quién recibe el tratamiento y quién pertenece al grupo de control es totalmente aleatorizada. Finalmente, doble ciego significa que tanto los sujetos como los experimentadores no saben quién está recibiendo el tratamiento y quién está en el control.


Si bien es posible realizar experimentos nutricionales controlados y aleatorizados comparando, por ejemplo, distintas intervenciones dietéticas, no es para nada fácil llevarlos a cabo. En primer lugar, se tiene una limitante ética ya que a sujetos humanos no se les puede administrar arbitrariamente compuestos que potencialmente los pongan en riesgo y tampoco se les puede mantener encerrados en ambientes controlados por una duración prolongada. Además, muchos de los fenómenos estudiados pueden tomar varios años en manifestarse, convirtiendo a los estudios en imprácticos y muy costosos. Adicionalmente, es virtualmente imposible controlar y mantener constantes el resto de las variables con las que interactúan los sujetos durante el estudio, garantizar la adherencia a las recomendaciones del programa o evitar su deserción prematura. Por otro lado, es imposible cegar a los sujetos para evitar que sepan si están recibiendo el tratamiento o no. Al fin y al cabo, tienen total consciencia de lo que se están comiendo. Finalmente, en la nutrición no se puede simplemente remover un alimento, hay que sustituirlo por otro para alcanzar el requerimiento diario de calorías y nutrientes por lo que es complicado poder discernir si los efectos se debieron a la eliminación del primero o a la inclusión del segundo.


Esto ocasiona que la mayoría de los estudios controlados de nutrición sean de corta duración, se realicen con muy pocos individuos y/o posean defectos importantes en la implementación del diseño experimental. También hace que sea necesario el uso de experimentación en animales como puntos de comparación, lo cual puede darnos pistas pero no necesariamente refleje la realidad humana. Todo esto llevó a que muchos científicos se volcaran sobre otro tipo de estudios conocidos como estudios epidemiológicos u observacionales. En estos, se realizan encuestas a grupos grandes de población sobre su alimentación y estilo de vida y se comparan estos datos con la incidencia de ciertas enfermedades para determinar si existe o no correlación entre ellos. Son estudios muchísimo más viables desde el punto de vista práctico y económico ya que no requieren tener un control estricto sobre las variables y no se les debe administrar ningún tratamiento a las personas. El problema es que se pierde la parte esencial de control y aleatorización mencionadas anteriormente. Esto implica que necesariamente cualquier resultado que provenga de estudios observacionales no pueda ser establecido como una relación de causa y efecto sino simplemente una correlación, es decir que cuando uno es alto, el otro también pero no que uno causó al otro. Además, se ha demostrado que la exactitud de los formatos de encuesta rellenados por las personas es muy pobre, ya que en general es difícil recordar los alimentos consumidos y sus cantidades y la gente tiende inconscientemente a rellenar valores sesgados hacia lo que ellos consideran saludable.


Como ejemplo tomemos el resultado netamente epidemiológico que correlaciona el consumo de carne roja con una mayor incidencia de cáncer de colon, tan ampliamente divulgado en los medios de comunicación y en las recomendaciones oficiales. En esencia lo que arrojan estos estudios es que, en promedio, aquellas personas que comen más carnes rojas también tienen un ligero aumento en el riesgo de sufrir de cáncer de colon. Ahora, la pregunta clave es si esto se debe a que algún compuesto inherente a la carne causa la enfermedad o si existe otra posible explicación de su correlación. Una posible respuesta viene de lo que se conoce como el de sesgo de usuario saludable vs. no saludable. Desde los años 1950 se ha introducido en la cultura norteamericana, y por extensión en el resto del mundo, la idea de que los productos animales no son buenos para la salud (un ejemplo claro de un mal uso de la ciencia que será discutido en otra entrada). Debido a esto, las personas de hoy en día que se identifican como saludables han adoptado mayoritariamente una dieta alta en vegetales y con un consumo muy limitado de carnes rojas. Estas mismas personas probablemente hacen más ejercicio, no fuman, toman con moderación, no consumen productos procesados, tienen acceso a mejores servicios de salud y son más obedientes frente a las recomendaciones de salud. Lo interesante es que en Asia, donde el paradigma cultural presenta a la carne como un símbolo de estatus social y abundancia, los estudios epidemiológicos muestran todo lo contrario: la gente que consume más carne es la más saludable. En el otro lado del espectro están las personas a quienes no les importan demasiado las recomendaciones generales de salud. Comen una mayor cantidad de carnes rojas, pero también fuman, toman, probablemente practican actividades más arriesgadas y en general les importa menos cuidar de su salud. Además, probablemente comen la carne en el contexto de una dieta muy poco saludable, rica en aceites vegetales y cereales procesados (¡McDonald’s!). ¿Es acaso la mayor probabilidad de muerte debido a la carne? ¿O tal vez todo lo que se asocia a su consumo? Estos estudios no nos lo pueden decir, pero lo más probable es que por el simple hecho de que culturalmente en el oeste nos convencieron de que la carne era mala para la salud, entonces la gente más saludable come menos carne y por consiguiente las estadísticas arrojan la correlación antes mencionada.


Si bien la epidemiología no es totalmente inútil, nunca nos puede dar información sobre causación, sólo correlación. Esto puede servir para plantear hipótesis y luego probarlas en un estudio controlado aleatorizado. En el caso de la carne, no ha sido publicado el primer estudio controlado y aleatorizado que concluya que la carne produce cáncer de colon y sin embargo, los estudios epidemiológicos han sido utilizados una y otra vez por “expertos” con agendas veganas, entidades gubernamentales y por la industria de alimentos procesados para justificar recomendaciones generales y cambios de alimentación sin tener realmente pruebas sólidas en una clara muestra de irresponsabilidad.


Finalmente, es importante resaltar que los resultados que surgen de estos estudios afectan directamente a industrias y políticas públicas y por ende tienen mucha presión desde distintos sectores sociales. Es muy común encontrar estudios financiados por industrias o asociaciones específicas con una agenda muy clara detrás de estos. Dado su poder económico, pueden influenciar el diseño de los estudios, maquillar los resultados con artimañas estadísticas para hacerlos parecer relevantes, inflar los resultados utilizando porcentajes relativos en vez de absolutos y decidir no publicar los resultados si eventualmente el estudio no es favorable.


Volviendo al punto más general, es evidente cómo resultados científicos sesgados, mal interpretados o con un claro interés político o económico pueden hacerse pasar como objetivos e incuestionables bajo el manto protector de la ciencia. El deseo humano por pertenecer a una tribu, por compartir ideales y luchar por ellos ha llevado a muchos grupos con ideologías extremistas a utilizar incorrectamente a la ciencia como el fundamento de sus verdades incuestionables. Se les olvida que la naturaleza misma de la ciencia va en contra de cualquier tipo de dogmatismo y que el científico es en esencia escéptico, curioso y tiene la mente abierta. El problema más grande es que la mayoría de las personas son ignorantes de los distintos tipos y calidades de los estudios por lo que o bien creen todo lo que dice ser científico, o bien, entran en un relativismo donde creen que toda la ciencia es inútil ya que existe un artículo para soportar cada afirmación.


Ante este panorama de excesiva información contradictoria y la expuesta dificultad para encontrar ciencia de calidad es clave cuestionar la validez de cualquier resultado por más científico que sea, especialmente en los medios de comunicación, redes sociales o en recomendaciones gubernamentales. Es importante consultar otras fuentes, leer los artículos originales, determinar el tipo de estudio, sus metodologías, las fuentes de financiación, etc., para formar una opinión educada al respecto. No podemos olvidar que la ciencia se ha equivocado una y otra vez; esto es normal y necesario. Por esta razón, debemos mantener la incansable búsqueda para expandir nuestro conocimiento y cuestionar las teorías actuales y reevaluarlas bajo la luz de la evidencia con la mente abierta y sin caer en dogmatismos.


En cualquier caso, estudios científicos de calidad sí existen si uno los busca y es válido apoyarse en sus resultados para tomar mejores decisiones y hacer recomendaciones. En el área de la nutrición, la ciencia nos irá mostrando cada día más resultados interesantes y podremos entender mejor el papel que juegan los alimentos en nuestro organismo, pero en algunos casos esto probablemente tarde muchos años dada la complejidad del objeto de estudio y la bioindividualidad de las personas. Por lo tanto, la clave es hacernos responsables de nuestra propia salud y hacer lo que es natural y tiene sentido evolutivo. Debemos conectarnos con nuestro cuerpo y escuchar qué le sienta bien y qué no. No necesitamos un estudio para saber qué nos produce diarrea o dolores de cabeza, o qué nos llena de vitalidad y nos hace sentirnos radiantes. Basta con escuchar a nuestros cuerpos, utilizar el sentido común y dar una mirada al pasado para reconocer cómo vivían nuestros ancestros antes del advenimiento de todas las enfermedades modernas. Ante la duda, sugiero que cualquier recomendación que involucre una sustancia o actividad que no haya sido probado por la evolución durante miles de años debe ser tomada como potencialmente dañina hasta que se demuestre lo contrario. En este sentido, el estilo de vida y la dieta ancestral es un excelente punto de partida para reconectarnos con nuestra esencia más humana y desde ahí llevar a cabo nuestros propios experimentos científicos para encontrar nuestra verdad. Si quieres que te acompañe en este viaje no dudes en agendar una sesión de coaching gratuita. ¡Te espero!


Referencias:




294 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page